lunes, 29 de febrero de 2016

c/ Luchadores, 4


Esta vez  me he adelantado…






Vivo en la calle Luchadores 4, en el piso 5, puerta 4, al lado de la calle  imaginación, no tiene perdida, el tiempo sabe orientarte. La razón me hizo mantenerme en este enclave y mis fuerzas sostenerle.
Cada mañana, solo deseo salir de las nubes y abrir la puerta para deja pasar al Alba. Tras cada noche, ando un  peldaño más arriba, en el portal donde  llega  ese  día que se espera y que a su encuentro, volvemos a saludar al Alba.






No pienso, solo miro, veo todo lo que se puede tocar  y respiro el silencio que aleja un paso del otro. Observo como las sombras se hacen cada vez más largas y definidas, en realidad las veo crecer y hacerse independientes de la luz, pero todavía  la necesitan para proyectar. Mientras, el Astro sigue su trayectoria que le aleja del principio, sin perder su órbita.








Las dudas las almaceno junto a las incógnitas, esperando que la solución la traiga el tiempo. El tiempo restante, porque el tiempo que pasó, so lo supo  encaminar mis deseos.


El camino toma el sentido que mi intuición supo soñar despierto. Mi sueño del piso de arriba, aprueba la dirección y avanza sin poder hacerse a la idea de que solo se nos recuerde como una  moraleja al final de un cuento.






Los recuerdos me hablan en primera persona y no pueden  olvidar nada de lo que aprendieron en su escuela, la más sabía entre las escuelas, y la única que me admitió, aunque dudé que fuera la que más quería.



A estas alturas en la escalera, me parece que ando más deprisa que un reloj, pienso en el último piso, que ya no queda tan arriba,  y que los escalones son demasiado cortos para estos pobres pies  tan grandes.







Si el  miedo señala el camino, el camino señala al miedo, pero al andar mi mente se alía con el corazón y aparece la razón para despejar mis dudas. 








              Si el brindis es el resultado de una suma, dos copas quieren unir  sus caminos. Si dos corazones tienen el mismo latido, la fuerza de la unión de la sangre riega mis anhelos. Si la esperanza descansa sobre un buen  lecho, el fruto desprende un  frescor fino.


Si mi ilusión viaja acompañada en el tranvía del destino, no puedo perderme ningún   paisaje, intento inmortalizarlo en cada momento y busco a ese amigo para compartir los tesoros, porque esa será sin duda, mi recompensa y espero también que mi legado...




Fin.   
Jamm.


sábado, 20 de febrero de 2016

Sevilla.

             Tenía que volver, es lo que mí cabeza me repetía constantemente, cuando dejábamos atrás  Sevilla de vuelta a casa.  Maravillado y con el espíritu satisfecho e hinchado de buenos momentos, al igual que mi cámara. Sus gentes encantadoras, los podías preguntar lo que quisieras, parecía que estábamos en un Mercadona, te acompañaban a la esquina de la calle para indicarte la dirección correcta.
             Fue una visita de un día, por lo cual no podíamos entretenernos en visitas a monumentos. Veníamos con la idea de respirar el ambiente de sus callejuelas y en general el ambiente de Sevilla, creo que eso sí lo conseguimos con creces. Así, en la próxima visita que espero sea para este verano, tengo la tarea preparada.
             Sevilla tiene un color especial sin duda, pero no fue  este día en concreto,  las nubes se encargaron de ponérmelo un poco difícil y bueno hay que saber defenderse en cualquier circunstancia como buen fotógrafo…


                  Sevilla tiene trazas de ciudad grande, como pude ver,  una mujer se desmalla y los equipos de emergencias la atienden y la  trasladan ante la pasividad de los transeúntes, pero eso sí, con una dosis  de morbo por ver lo que pasa claro, como es lo normal en las ciudades grandes.



                También en esa misma categoría de ciudad grande, unos top manta no se fían del lugar y parecer un poco inquietos… 



Y ya sabemos porque….  



                 Y como dijo Jack el Destripador... vallamos por partes. 
Primero el paseo por la urbe…








Su carril para bicicletas marcado por chinchetas 
y sus railes del tranvía…











            Me sor prendió un poco la cantidad de gente que había para la época del año en la que estábamos, pero cómo he dicho antes, estamos en una ciudad grande…



 Como iban a faltar los reclamos para sacarse una pelas
…bueno euros…


Todo era digno de retratar…



…sus casa sacadas de un cuento de Aladino…


Y sus centros comerciales arraigados a la historia más andaluza y su farándula…

La Giralda y sus alrededores.






















La Torre del Oro.








Sus calles.

              La esencia de cualquier ciudad está en sus calles, allí se respira historia y tradición, a la vez que oyes y sientes a sus gentes, en definitiva vives Sevilla…




Estas calles me traen recuerdos de ciudades que vi en Marruecos, calles estrechas llenas de comercios y actividad comercial…







…con sus arcos y sus pasadizos…










El Guadalquivir y el Barrio de Triana.






…y sus deportes de agua…




Las carrozas pasan al lado del río a todo trote…



La Maestranza. 

Los Patios Andaluces.










Calló la noche y se levantó la Magia



Las mismas calles y cosas que vimos durante el día, se vistieron de misterio y ya no parecían las mismas, pero activaron mí inspiración de fotógrafo aficionado…












No podía faltar un bar dedicado al toro, mejor dicho a su ejecución…




 Fin.   
Jamm.